Consejos para el jurista en formación que ya trabaja en un despacho

Por Pol Rubio.
Barcelona.
 

Alfonso Gili Jáuregui, socio de Roca Junyent, ofreció en la tarde de martes 14 de octubre una charla a los alumnos del Máster de Abogacía de la Universidad Abat Oliba CEU para relatar su experiencia al respecto de lo qué es ser un abogado procesalista de civil y qué significa trabajar en un despacho grande. Más en este artículo no realizaremos una crónica al uso sino que intentaremos quedarnos con las lecciones útiles para los jóvenes juristas.

Conferència UAO

En primer lugar, dijo que el tamaño del despacho en el que se empiece, grande o pequeño, no importa. Lo que tiene que ser es bueno, y cada 6 meses debes poder hacer un recuento y concluir que vas aprendiendo, estando al lado de una persona que confía en ti y te enseña el oficio de abogado. Se mostró en contra de los despachos excesivamente tutelados, que te hacen buscar jurisprudencia durante 6 meses y te dejan hablar con los clientes a los 2 años. Y también de los que te ignoran, y contó que en su primer año estuvo en un despacho de mercantil en el que no aprendió porque nadie le daba trabajo ni se interesaba por él. Y “uno vale cuando se lo dejan demostrar”.

Luego observó un riesgo de estancarse si te dedicas exclusivamente a algo muy específico nada más empezar, por ejemplo al IS, ya que a su juicio este paso es algo que hay que dar más adelante, cuando ya se han tenido experiencias, y por razones de clientela, línea del despacho o gustos personales. Pero, en contra de la tendencia actual, consideró que especializarse desde un principio significaba limitarse.

Se aprende leyendo mucho, demandas y contestaciones, y viendo juicios. Pero su regla de oro es que desde el primer momento recibas al cliente junto a ese abogado. Que te presente como “es un colaborador mío que sabe mucho”, aunque luego tu no digas nada. De nada sirve ponerse a redactar demandas sin saber quién es quién, y una explicación no puede suplir al haber estado allí. Además, resaltó la importancia del desarrollo de la faceta comercial del abogado, de captación del cliente, y expuso que la mala fama de “que buscas conflictos y facturas donde no las hay” es de las peores etiquetas que te pueden poner.

En cuanto a la preparación de escritos, aconsejó que se escribiera de forma práctica, clara y concisa, atractiva teniendo como referencia el juez. Porque la demanda a peso es un error, y hay que ponérselo fácil al juez, por ejemplo adjuntando un índice de documentos. No hay modelos de demanda, y si los hay no hay que cogerlos porque te impiden pensar. Redactar una demanda es tan sencillo como explicar una historia. Con un preámbulo, un antecedente de hecho que se titule “hecho previo” de 10 líneas que resuma, para que sepa el juez de qué va la demanda antes de empezar a leer. Aunque es cierto que los fundamentos procesales y el suplico sí que siguen un mismo patrón.

Sentenció que las correcciones hay que verlas siempre, porque es la forma de no repetir errores, y hoy en día con el sistema de cuadro corrector de Word es muy sencillo. También es normal que la primera vez tengan que enseñarte lo que te piden, pero entonces debes asimilarlo porque si después te lo tienen que repetir o lo haces mal denotas falta de interés y de progreso.

Alegó que esta profesión exige mucha responsabilidad porque te debes al cliente, con el que hay que tener relación cada 2 semanas, por ejemplo enviando un mail diciendo que “estamos a la espera de tal circunstancia judicial”. Un solo despiste es un fracaso, se debe ser perfecto y eso se consigue trabajando muchas horas. Porque el cliente suele ser poco agradecido: el abogado no gana pero sí pierde un caso. Y ante el claro riesgo de que se estime la pretensión de la otra parte, el abogado debe aportar un valor añadido y proponer alternativas.

Luego sentenció que no hay que malvenderse, que en los honorarios hay que calcular las horas a dedicar, además de todo lo que has estudiado. No siendo razonables los criterios del Colegio de Abogados, hay que dejar por escrito lo que vale el trabajo según éstos y luego explicitar que le aplicas un descuento del porcentaje porque es él y quizás porque es el primer caso que le llevas, aunque ajustar demasiado el precio te hará perder credibilidad respecto al siguiente. Y siempre tiene que pagar algo por adelantado una vez se cierra y firma el presupuesto, como el 40% de la provisión de fondos, porque hay clientes que intentan engañar a su propio abogado. También consideró que hay que ser consecuente y renunciar a un asunto si el interesado no colabora y tu nivel de angustia es superior al suyo.

Por último, animando a los que se decanten por la vertiente procesalista, advirtió que hay que pararles los pies a los jueces desganados y/o prepotentes y no aceptar realizar la exposición de conclusiones en 5 minutos, porque la ley no lo dispone así, y no hay que dejarse avasallar. Y declaró que no hay abogado más peligroso que el joven, porque tiene pocos asuntos y muchas ganas así que los lleva preparadísimos, a diferencia del mayor que puede caer en el error de confiarse por su experiencia.