El semáforo de la Justicia

Vamos, vamos, rápido que pasamos… No, no, no… Da igual. Entonces… ¿qué? ¿Al final vas a…?

Y así, con una irrelevante pregunta nos resignamos al hecho que el semáforo, el orden público, las reglas establecidas e incluso aquella sensatez de buen ciudadano nos han ganado la partida.

La justicia es así, justamente como un enorme y sofisticado semáforo. Con una estructura de robusta apariencia pero de demasiado simple funcionamiento y que, con todo el avance que la sociedad ha vivido, apenas ha desarrollado cambios, mejoras y controles para potenciar su seguridad y eficacia.

Del mismo modo que el incluso divertido artilugio que controla el tráfico mostrándonos a un alegre hombrecillo en verde marciano o rojo quemado, la justicia (no en se, sino per se) nos ofrece tres tonalidades:

Rojo: Prohibitivo. Taxativo. Entorpecedor. El rojo luciferino deniega la posibilidad y capacidad procesal a una clase poco favorecida económicamente o sin capacidad influyente. Un sector de la población en dificultades ve restringido el acceso a los tribunales y a la justicia en general por falta de medios.

Por supuesto que la justicia gratuita existe para aquellos que no pueden costearse un abogado defensor, pero no puede iniciar un procedimiento civil de reclamación. Sé lo que están pensando, claro que a una mujer maltratada y a una víctima del terrorismo (que ya no existe en España) no se les cobraran las costas de acceso a la justicia… Pero no es suficiente.

De modo que si se pretende acudir a reclamar por un proceso monitorio o de reclamación de cuantía sabiendo que la cifra que pedimos es casi irrisoria al lado de las tasas que permiten acceso a los Tribunales o que el deudor hará las mil y una declarándose insolvente, no se llama ni al abogado para consultar.

Verde: Vía libre. Aquí no pasa nada. Free pass. Si tienes dinero y no has hecho algo muy gordo digno de salir por televisión (aunque igualmente pudiera conmocionar a la sociedad) no hay problema.

El sistema escalonado de recursos jurisdiccionales permite al encausado reclamar hasta la saciedad mediante recursos de alzada, reposición, revisión, apelación o casación (ya si somos muy pesados podemos llegar a Estrasburgo, Francia; y reclamar por los Derechos Humanos).

Visto fríamente (o calentado en microondas) el dinero, poder e influencias da posibilidades; y eso es una verdad rotunda, innegable. El problema aparece cuando esta flaqueza de nuestro sistema es aprovechada por la clase política y judicial que debería sanearla con urgencia.

Amarillo: Mi color favorito. A veces si, a veces no… Terminaremos por atropellar el artículo 24.1 de la Constitución referente a la Tutela Judicial Efectiva. Buque insignia de la Carta Magna y de los principios procesales en todo Estado Democrático de Derecho.

Resumiendo: la Tutela Judicial Efectiva asegura a todo el mundo el acceso óptimo y en igualdad de armas a los tribunales para reclamar la justicia, que no permite cobrar mediante fuerza y apremio individual (a la que consideramos pecaminosamente venganza).

La conocida como clase media se halla aquí, en medio de la nada. Aguantando en la cuerda floja y corriendo para poder llegar a recibir una respuesta satisfactoria por parte de los Tribunales.

La cuestión es que hace apenas cinco días, la Audiencia Nacional se pronunciaba al respecto poniendo en duda el cumplimiento del artículo 14 de la Constitución referente al Derecho de Igualdad. Del mismo modo la cuestión de inconstitucionalidad plantea la vulneración del artículo 9.2 y el artículo 31.1 de la CE. Dichos puntos hacen mención directa a la responsabilidad por parte de los Poderes Públicos de la promoción de la igualdad y la justicia en la sociedad.

A partir de aquí, es cierto que no todos somos iguales, por supuesto que no, pero lo que no podemos consentir es una desigualdad arrolladora y aplastante como la que estamos viendo y viviendo en nuestros días. No podemos seguir parados ante un semáforo preguntándonos porqué para algunos siempre está en verde.

Por David García Giménez

Estudiante de la Licenciatura en Derecho en la Universidad de Barcelona.

Soy de los que piensa que hacerlo fácil es hacerlo bien; para complicar las cosas siempre estamos a tiempo.

Mis intereses son el derecho, la política, la actualidad internacional y el cine.