En los últimos días, los acontecimientos de carácter internacional tienen, entre otros, un centro de atención dirigido, en particular modo, al continente asiático y, especialmente, a la contienda política, económica y social que vierte entre Pekín y Hong Kong.
Y es que, a finales de septiembre, miles de estudiantes de Hong Kong iniciaron una huelga y, por ende, una serie de manifestaciones contra la reforma propuesta por Pekín en cuanto al sistema electoral de ésta peculiar región administrativa.
El motivo de tal “desobediencia civil” se constituye como respuesta al anuncio de Pekín de reformar el sistema electoral, cara a 2017, impidiendo la libre presentación de candidatos a Jefe de Gobierno Local. Ello enmascara, básicamente, la voluntad de Pekín para con los aspirantes a dicho puesto, en cuanto sean designados por un colegio electoral proveniente de grupos empresariales y profesionales.
Lo que los manifestantes critican, entre otros puntos es como, en virtud de un supuesto sistema representativo popular, si es que así puede llamarse y equipararse a lo que nuestra sociedad occidental entiende por ello, no ejerza fuerza vinculante la opinión de un conjunto de 7 millones de habitantes residentes en Hong Kong frente a un pequeño comité nombrado por la Asamblea Nacional de Pekín…cabe hablar, por ello, ¿de un sistema oligárquico? Sistema oligárquico entendido, actualmente, como grupo minoritario de personas, pertenecientes a una misma clase social, generalmente con gran poder e influencia, que dirige una colectividad o institución.
A la par de los acontecimientos arriba expuestos, un pequeño grupo empresarial, entendido éste como fuerza económica dominante en Hong Kong y con destacados intereses dentro de China, se constituye, según Pekín, como factor “estabilizador” en Hong Kong. Grupo, el citado, que cuenta, obviamente, con representación en el colegio electoral que se encargaría de designar a los candidatos del Gobierno Local.
¿Es posible compatibilizar o compensar las aspiraciones democráticas de miles de estudiantes y ciudadanos ante la negación, más que evidente, al acceso a un sufragio universal que, en un sistema como el español, se constituye como principio inspirador, básico e irrenunciable?
En el marco del sistema comunista que rige en China, desde luego, el papel de Hong Kong ha sido ciertamente controvertido si nos remontamos a los hechos facticos de su historia.
Es sólo en 1997 cuando Inglaterra devuelve el territorio, hasta aquél momento constituido en colonia, a Pekín, con una serie de requisitos y obligaciones a cumplir, por lo menos en los 50 años siguientes, constituyendo el conocido lema “un país, dos sistemas”.
Sin embargo, ya en 2003 inician movimientos de protestas contra la Ley Anti-subversión anhelada por el Gobierno Chino, que en 2004 conlleva al otorgamiento directo, por parte de Pekín, del poder de bloquear cualquier ley que implicara mayor libertad en la elección del Presidente Ejecutivo. En aquellos años Londres aclama el incumplimiento, por parte de Pekín, de los acuerdos de auto-gobierno de la ex colonia británica.
Y es que, el marco político de Hong Kong es, indudablemente, peculiar. Se constituye como Región Administrativa Especial (RAS) de la República Popular de China.
El territorio es gobernado por un Jefe de Ejecutivo, elegido, en mandato de 5 años, por un comité electoral de 1200 miembros que incluye parlamentarios, personalidades y representantes de los sectores profesionales. El Jefe del Ejecutivo colabora con un Consejo constituido, entre otros, por personalidades que provienen del mundo de los negocios y todas las decisiones políticas importantes se consultas a éste.
El Poder Legislativo es mono-camaral y de éste depende directamente el Gobierno. El Jefe del Ejecutivo no puede ni disolverlo, ni negarse a firmar un proyecto de Ley si ha sido votado por las 2/3 partes del mismo.
Lo destacable es la falta de existencia de legislación en cuanto a los Partidos Políticos. En primer lugar, ni hay definición legal de lo que puede considerase un Partido Político y, curiosamente, la mayoría de ellos se inscriben como si fueran empresas, es decir, como Sociedades de Responsabilidad Limitada.
De conformidad con la Ley, Hong Kong, en cuanto RAE, tiene, como objetivos principales, proteger los derechos de propiedad privada, mantener el estatus de Hong Kong como puerto libre y territorio aduanero separado, preservar una economía independiente, aplicar un sistema tributario también independiente. Instituciones y principios todos ellos de un abierto liberalismo.
En un mismo país, un sistema dictatorial del PCCh y un sistema liberal heredado de UK.
Aclamar libertad y democracia, defendida por la Comunidad Internacional en esto días, parece que tiene como respuesta la siguiente “Los asuntos de Hong Kong son asunto internos chinos y todos los países deberían respetar la soberanía china”. Pero ¿Qué alcance tiene la soberanía de un país cuando ello implica, en un contexto como el actual, la represión sistemática de las libertades universalmente reconocidas en la mayoría de los países que conforman la sociedad? ¿es admisible pedir la no intromisión de la Comunidad Internacional en asunto que interfieren, incluso viéndolo solo desde una perspectiva comercial, a las relaciones exteriores?
Como dice Lluís Bassets “Hay movimientos políticos encapsulados que no sintonizan con el mundo exterior y los hay conectados con las vibraciones globales. El problema no es China. Es una China en la que no cabe un Hong Kong democrático y pluralista”.