Cannabis. Clubs para fumar. Más cannabis.

Por Anna Jiménez
Barcelona

La tendencia prohibicionista que existía entorno al mundo de las drogas poco a poco se va suavizando en todo el mundo. “Si no puedes cono el enemigo, únete a él”. Pero no es el caso de España, que va en contra de la tendencia mundial que aboga por despenalizar o legalizar el consumo de marihuana. Por eso, el gobierno está endureciendo las sanciones mínimas por posesión de droga y opta por multar con la misma cuantía los cultivos privados de cannabis.

En medio de este panorama, los clubes para fumar continúan proliferando en todo el territorio nacional, si bien tienen una presencia destacada en Cataluña y el País Vasco, comunidades que aglutinan la mayoría de tales grupos de fumadores de cannabis.

En concreto, en Barcelona se calcula que hay unos 200 clubes, y 200 más en el resto de Cataluña, sumando un total de 165.000 asociados en la Comunidad Autónoma. El Departamento de Salud se muestra contrario a la no regulación porque considera que esto es un riesgo. Por su parte, en el País Vasco hay unas 77 asociaciones legalmente inscritas en Euskadi, que agrupan unos 10.000 socios a pesar de que se calcula que en la Comunidad Autónoma hay más de 100.000 consumidores habituales.

Y tú, ¿habías oído hablar de estos clubes de fumadores de marihuana? ¿Sabes qué son? Se trata de unas asociaciones inscritas en el registro previa aprobación de sus estatutos por la Generalitat, que pagan sus impuestos y que agrupan a gente que, previo pago de las cuotas de la asociación, compra y fuma generalmente en las instalaciones de la asociación de cannabis que ha auto-cultivado la sustancia. A primera vista podría parecer que es delito pero al tratarse de autoconsumo y auto-cultivo la actividad queda a extramuros de la jurisdicción penal porque no hay comercialización. O dicho en otras palabras, como no hay tráfico, no hay delito. Algunos, por el contrario, consideran que es un terreno pantanoso que en algunas ocasiones puede estar en el limbo del delito pues el artículo 368 del Código Penal penaliza a quienes “ejecuten actos de cultivo, elaboración o tráfico, o de otro modo promuevan, favorezcan o faciliten el consumo ilegal de drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas, o las posean con aquellos fines”. Los detractores de la existencia de los clubes argumentan que bajo el amparo de la asociación efectivamente se están llevando a cabo auténticas compraventas de drogas.

Pero en cualquier caso, los clubes pretenden la regulación del sector y utilizan como argumento clave que tal hecho supondría la eliminación del mercado negro que existe entorno al cannabis pues “donde hay un club social [de cannabis] no hay delincuencia ni trapicheo”. Su objetivo es “acabar con las mafias y favorecer el consumo colectivo de forma moderada y terapéutica”, según palabras de Martín Barriuso, presidente de la asociación Pannagh. Explican también que si se legalizara el sector habría más control. Así lo demuestra el hecho que para un menor de edad es más fácil comprar una pastilla de éxtasis que alcohol o barbitúricos porque estos dos últimos, al ser productos regulados, están vetados a los menores de 18 años.

Y para regular el sector habría que estipular los requisitos, derechos y deberes de las asociaciones, el número máximo de socios, las edades que estos últimos tienen que tener, la cuantía máxima que pueden comprar, la cantidad máxima que se puede cultivar, las condiciones de los locales, los horarios, etc.

Muchos ven en estos clubes un negocio redondo porque los ingresos son notables y los gastos nada desmesurados: alquileres, nóminas, actividades culturales… Para el Estado, por contra, esto es un problema porque se puede controlar poco el dinero que éstos gestionan puesto que el cultivo no está regulado. Y precisamente esta laguna unido a los ingresos que la actividad genera ha propiciado que muchos traficantes de drogas se introduzcan al sector, algo que se ve con malos ojos por las asociaciones de cannabis porque obviamente estas mafias hacen más difícil que desde el Estado se considere su petición de despenalización.

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En los Estados Unidos, hay 21 Estados que permiten la marihuana medicinal y otros como Colorado que permiten cultivar hasta 6 plantas en una casa y vender 28 gramos para uso recreativo.

En Portugal, el caso más extremo, se despenalizó en el año 2001 la posesión de cualquier droga y 13 años después el modelo se considera un éxito pues el país no se encuentra en la lista de los más consumidores de cannabis de la Unión Europea.